ELOGIO DE LA LOCURA DE ERASMO DE ROTTERDAM
PREFACIO
de FERNANDO ARRABAL
"Elogio de la locura" es una antífrasis como sería el título "¡Viva la polución!" para una obra ecologista. Y la Locura (del Elogio) tiene como misión la de denunciar su propia superchería. Por ello el libro se llama también Encomio de la Estulticia…
Desde su primera publicación los lectores, súbitamente, pudieron identificarse con la Locura. El elogio es un tratado de humanismo. Y sobre todo una cruel lección de moral práctica brotada de una religiosidad original.
Pero para algunos de los contemporáneos del autor sólo fue una declamación brillante y superficial donde lo único que cuenta es la paradoja. ... En realidad a Erasmo se le ocurrió la idea a caballo. En julio de 1509, a los 42 años, cuando iba de Roma a Inglaterra atravesando los Alpes por Suiza. Al llegar a Londres, en una semana, redactó el “Elogio...” en la casa de Bucklesbury de Thomas More, compañero de fatigas y placeres y futuro mártir de la Torre de Londres. La primera edición, en latín, es de 1511.
Erasmo murió el 12 de julio… del 36 (del siglo XVI), en Basilea. Había nacido bastardo el 27 o 28 de octubre de 1469 en Rotterdam. Hijo de un cura y de una "margarita", hija de médico, se quedó huérfano a los 16 años, cuando a los tórridos concubinos les mató la peste. Fue un viajero incansable... Viajó para ver a Carlos V en Bruselas o Aquisgrán, para consultar un manuscrito, o para ver a un editor, o para buscar mecenas, o para huir de la guerra, o de la peste, o de las fiebres malignas...
Tuvo con Lutero relaciones de estima. No fundó una religión como Calvino. No quiso dar el penoso espectáculo de su propio martirio o su tortura a causa de sus ideas. ¿Fue un filósofo? ¿Un teólogo? ¿Un líder? ¿Un hombre político? Ninguna de estas etiquetas le definen: se adelantó y anunció al hombre del Renacimiento. No tenía voluntad herética (hoy diríase "revolucionaria"). Pero se servía del humanismo y de la religiosidad como valores absolutos e intemporales. Una vez establecida esta premisa, proponía una apertura con un humanismo "distinto, otro".... Fue agresivamente satírico con las costumbres monacales y los abusos de la Iglesia...
Responder:
¿Qué es una antífrasis, una paradoja y un encomio? ¿Son sinónimos?
¿Por qué el Elogio es una antífrasis?
¿Qué significa "superchería"?
¿Por qué dice Arrabal que los lectores se identifican con la Locura?
¿Dónde y cuándo se gestó esta obra?
¿Quién era Erasmo?
¿Qué quiere decir con “se adelantó y anunció al hombre del Renacimiento”?
Propuesta de Video
¿Crees que se vale estar loco con la única condición de reconocer la locura que se tiene? ¿Se puede estar cuerdo en un mundo de locos?
En el año de 1511 se publica la obra El elogio de la locura de Desiderio Erasmo, mejor conocido como Erasmo de Rotterdam, un sacerdote católico que visitó Roma y consideró que la Curia del Vaticano, todavía convulsionada por la etapa medieval, se hallaba invadida de excesos e ignorancia. Erasmo, despertando ya al humanismo que trajo consigo la época renacentista hace con su obra una evaluación de los pecados que cometía la iglesia y muchos de los personajes de su época; pero fue astuto, trabajó de forma literaria y con una ironía delicada y humorística, las críticas a su propia Iglesia.
Erasmo de Rotterdam nace en 1466 y muere en 1536. Él se ordena sacerdote agustino el mismo año que se descubre América, pero la sotana le quedaba incómoda porque no estaba de acuerdo con muchas de las costumbres religiosas llenas de barbarie e ignorancia, nótese que es la época del despertar humanista y el fin de la Edad Media, esa etapa que en la iglesia católica carga con la llamada Santa Inquisición y por la cual aceptó su culpa hasta muchos siglos después.
SELECCIÓN DE
EL ELOGIO DE LA LOCURA
1. Prólogo dirigido a Tomás Moro
Me parece que al hacer el Elogio de la
Locura, no estaba loco por completo...
Pregunto yo: criticar a la especie humana
sin atacar a nadie individualmente, ¿es morder? ¿No es más bien instruir y
aconsejar? Además, ¿no me critico yo mismo bajo muchos aspectos? Y sobre todo,
cuando el satírico no perdona a ninguna clase social, no puede sostenerse que
él quiera vejar a ningún hombre, sino a todos los vicios. Por lo tanto, si
alguno se levanta y grita que está herido, él mismo descubrirá su culpabilidad,
o por lo menos, su temor.
.... Si estas razones no bastan para tranquilizar
a algunos, piensen por lo menos lo bien que resulta ser censurados por la Locura
(Estulticia), y que, al hacerla hablar, hemos debido sostener el carácter del
personaje.
En el
campo, 9 de Junio de 1508
.
Grabado antiguo La Nave de La Locura |
2. Habla la Estulticia
[1] Diga lo que quiera de mí el común de
los mortales, pues no ignoro cuán mal hablan de la Estulticia incluso los más
estultos, soy, empero, aquélla, y precisamente la única que tiene poder para
divertir a los dioses y a los hombres. Y de ello es prueba poderosa, y lo
representa bien, el que apenas he comparecido ante esta copiosa reunión para dirigiros
la palabra, todos los semblantes han reflejado de súbito nueva e insólita alegría,
los entrecejos se han desarrugado y habéis aplaudido con carcajadas alegres y
cordiales, por modo que, en verdad, todos los presentes me parecéis ebrios...
[2] En cuanto al motivo de que me
presente hoy con tan raro atavío, vais a escucharlo si no os molesta prestarme
oídos... Por ello, vais a oír un elogio (encomio), pero no el de Hércules ni el
de Solón, sino el de mí misma, el de la Locura.
[3] ... En resumen, me atengo a aquel
viejo proverbio del vulgo que dice que «hace bien en alabarse a sí mismo quien
no encuentra a otro que lo haga»...
[4] ...A mí siempre me ha sido
sobremanera grato decir lo que me venga a la boca. Que nadie espere de mí, pues,
que comience con una definición de mí misma, según es costumbre de los
retóricos vulgares.... Y, en fin, ¿a qué conduciría el convertirme con una
definición en imagen o fantasma, cuando me tenéis presente ante vosotros
mirándome con los ojos? Según veis yo soy verdaderamente aquella dispensadora
de bienes llamada por los latinos «Stultitia», y por los griegos, «Moría».
[8]
Si me preguntáis también el lugar donde nací —puesto que en el día se juzga
trascendental para la nobleza el sitio donde uno dio los primeros vagidos—,
diré que no provengo de la errática Delos ni del undoso mar, ni de las
profundas cavernas, sino de las mismas islas Afortunadas, donde todo crece
espontáneamente y sin labor . Allí no hay ni trabajo, ni vejez, ni
enfermedad…Nací en medio de estas delicias y no amanecí llorando a la vida,
sino que sonreí amorosamente a mi madre. Así no envidio al altísimo Júpiter la
cabra que le amamantó, puesto que a mí me criaron a sus pechos dos
graciosísimas ninfas, la Ebriedad, hija de Baco, y la Ignorancia, hija de Pan,
a las cuales podéis ver entre mis acompañantes y seguidores. Si queréis conocer
sus nombres, os los diré, pero, ¡por Hércules!, no sera sino en griego.
[9] Ésta que veis con las cejas
arrogantemente erguidas es el Amor Propio. Allí esta la Adulación, con ojos
risueños y manos aplaudidoras. Ésta que veis en duermevela y que parece
soñolienta, es el Olvido, Ésta, apoyada en los codos y cruzada de manos, se llama
Pereza. Ésta, coronada de rosas y ungida de perfumes de pies a cabeza, es la Voluptuosidad.
Ésta de ojos torpes y extraviados de un lado para otro, es la Demencia.
Ésta otra de nítido cutis y cuerpo
bellamente modelado, es la Molicie. Veis también dos dioses, mezclados con esas
doncellas, de los cuales a uno llaman Como y al otro «Sublime modorra». Con los
fieles auxilios de esta familia, todas las cosas permanecen bajo mi potestad y
ejerzo autoridad incluso sobre las autoridades.
[10] Ya habéis oído mi origen, mi
educación y séquito. Ahora, para que no parezca que uso sin motivo del título
de diosa, poned las orejas derechas para escuchar cuántos beneficios
proporciono así a los dioses como a los hombres ...
[11] Primeramente, ¿qué podrá ser más
dulce y más precioso que la misma vida? Y en el principio de ésta, ¿quién tiene
más intervención que yo? Pues ni la temida lanza de Palas ni el escudo del
sublime Júpiter que mora en las nubes, tienen parte en engendrar o propagar la
especie humana...
Pues decidme: ¿qué hombre ofrecería la
cabeza al yugo del matrimonio si, como suelen esos sabios, meditase los inconvenientes
que le traerá esta vida? O, ¿qué mujer permitiría el acceso de un varón si
conociese o considerase los peligrosos trabajos del parto o la molestia de la educación
de los hijos? Pues si debéis la vida a los matrimonios y el matrimonio a la Demencia,
mi acompañante, comprended cuán obligados me estáis. Además, ¿qué mujer que
haya sufrido estas incomodidades una vez querría repetirlas, si no interviniese
el poder del Olvido? ...
[13]
En principio, ¿quién ignora que la edad más alegre del hombre es con mucho la primera,
y que es la más grata a todos? ¿Qué tienen los niños para que les besemos, les abracemos,
les acariciemos y hasta de los enemigos merezcan cuidados, si no es el atractivo
de la estulticia que la prudente naturaleza ha procurado proporcionarles al nacer
para que con el halago de este deleite puedan satisfacer los trabajos de los maestros
y los beneficios de sus protectores? Luego, la juventud, que sucede a esta edad,
¡cuán placentera es para todos, con cuánta solicitud la ayudan todos, cuán afanosamente
la miran y con cuánto desvelo se tiende una mano en su auxilio! Y, pregunto yo,
¿de dónde procede este encanto de la juventud sino de mí, a cuya virtud se debe
que los que menos sensatez tienen sean, por lo mismo, los que menos se disgusten.
Mentiré si no añado que a medida que
crecen y empiezan a cobrar prudencia por obra de la experiencia y del estudio,
descaece la perfección de la hermosura, languidece su alegría, se hiela su
donaire y les disminuye el vigor. Cuanto más se alejan de mí, menos y menos van
viviendo, hasta que llegan a la vejez molesta que no sólo lo es para los demás,
sino para sí mismos. Tanto es así que ningún mortal podría tolerarla si yo, compadecida
nuevamente de tan grandes trabajos, no les echase una mano, y al modo como los
dioses de que hablan los poetas suelen socorrer con alguna metamorfosis a los
que están apurados, así yo, cuando les veo próximos al sepulcro, les devuelvo a
la infancia dentro de la medida de lo posible. De aquí viene que la gente suela
considerar como niños a los viejos…
(31) Veamos: si alguien desde una excelsa
atalaya mirase en torno de sí, como hace Júpiter, según dicen los poetas, vería
cuántas calamidades afligen la vida de los hombres: nacimiento inmundo y
miserable, crianza penosa, infancia expuesta a tantos rigores, juventud sujeta
a un sinnúmero de fatigas, ancianidad llena de molestias y, por fin, la muerte
inexorable. Vería también la multitud de enfermedades que acosan la vida
humana, los infinitos accidentes que la amenazan, las muchas desgracias que
sobrevienen y cómo no hay nadie que no esté rebosando hiel.
No hablo de los
males que el hombre causa al hombre, como son, por ejemplo, la pobreza, la cárcel,
la infamia, la vergüenza, las torturas, las acechanzas, la traición, las
injurias, los litigios, los fraudes... Pero ¡parece que intento contar las
arenas del mar! No os voy a explicar ahora la razón de que los hombres hayan
merecido tales castigos, ni que Dios, encolerizado, los haya hecho nacer en
tales desventuras; pero el que medite sobre esto, ¿acaso no disculpará el
suicidio de las doncellas de Mileto, aunque se compadezca de ellas? Con todo,
¿quiénes han sido principalmente los que apelaron al suicidio como recurso
contra el destino y contra el hastío de la vida? ¿No fueron, por ventura, los
devotos de la sabiduría? ...
Supongo que
comprenderéis bien lo que sería el mundo si todos los hombres fueran como estos
sabios; muy pronto la tierra se quedaría desierta y habría que echar mano a una
arcilla y acudir a otro alfarero como Prometeo. Por eso yo valiéndome unas
veces de la ignorancia, otras de la irreflexión, algunas del olvido de los
males, no pocas de la esperanza de los bienes y, en ocasiones, de una gota de
la miel de los deleites, voy remediando de tal modo las innúmeras calamidades
humanas...
Sí, gracias a mí
vemos por doquier a esos viejos de senectud nestórea que apenas tienen ya forma
humana, balbucientes, chochos, desdentados, canosos, calvos y —para pintarlos
mejor con las palabras de Aristófanes— "sórdidos, encorvados, fatigosos,
arrugados, sin dientes e impotentes" pero que de tal modo les vemos amar
la vida, que hacen todo lo posible por rejuvenecerse; y así, el uno se tiñe las
canas, el otro disimula la calva con una peluca postiza, el otro se guarnece la
boca con clientes, que acaso pertenecieron a un cerdo; éste se muere de amor
por una jovencilla y comete por ella más extravagancias que un adolescente, y
no es raro que cuando ya están decrépitos y con un pie en la sepultura, se
casen con alguna jovenzuela sin dote, que hará la dicha de los otros, cosa tan
común en nuestros días, que casi se la estima como un mérito.
Pero aún resulta
mucho más divertido el ver a ciertas viejas que casi ya se caen de viejas, y
tienen tal aspecto de cadáver que parecen difuntas resucitadas, decir a todas
horas que la vida es muy dulce, estar todavía en celo, o sensuales como cabras,
usando de la frase griega; las cuales seducen a buen precio a un nuevo Faón, se
embardurnan constantemente el rostro con afeites, nunca se separan del espejo,
se depilan las partes secretas, enseñan todavía sus pechos blandos y marchitos,
solicitan con tembloroso gruñido sus apetitos lánguidos, beben a todas horas,
se mezclan en los bailes de las muchachas y escriben cartítas amorosas. Todo e!
mundo se ríe de ellas y las considera como lo que son: muy necias; pero ellas
están contentas de sí mismas, hállanse mientras tanto en sus delicias, y
dichosas con mis favores, resúltales la vida una pura miel.
Para quienes
todo esto es una ridiculez, reflexionen y me digan si no vale más dejarse
llevar de esas necedades que así endulzan la existencia, que buscar un árbol
donde ahorcarse, como vulgarmente se dice, pues tengan en cuenta que si el
vulgo juzga aquella como una deshonra vergonzosa, a mis adeptos, los necios les
importa un bledo, porque el deshonor apenas los alcanza, o, si los alcanza, no
necesitan mucho trabajo para despreciarlo. Que les caiga una piedra sobre la
cabeza, eso sí que es una desgracia; pero como la vergüenza, la infamia, la
deshonra y las injurias, en tanto ofenden en cuanto se tiene conciencia de
ellas, claro es que cuando falta esa conciencia no se estiman como males. ¿Qué
os importa a vosotros de que todo el mundo os silve con tal que vosotros mismos
os aplaudáis? Pues bien: solamente la Necedad permite hacer estas cosas.
[32] Pero me parece oír protestar a los filósofos: «Es deplorable esto
de vivir dominado por la Estulticia —dicen— y, por ende, errar, engañarse,
ignorar». Ello es propio del hombre, y
no veo por qué se le ha de llamar deplorable, cuando así nacisteis, así os
criasteis, así os educasteis y tal es la común suerte de todos. No tiene nada
de deplorable lo que pertenece a la propia naturaleza, a no ser, quizá, que se
considere que hay que compadecer al hombre porque no puede volar como las aves,
ni andar a cuatro patas como los demás animales, ni está armado de cuernos como
el toro. Del mismo modo se podría calificar de desdichado a un hermosísimo
caballo porque no ha aprendido gramática
ni come tortas; o de infeliz a un toro porque no es apto para la palestra. Así,
pues, tal como el caballo imperito en gramática no es desgraciado, así no es
infeliz tampoco el estulto, porque el serlo es coherente con su naturaleza.
[66]
Pero para no continuar en un tema inacabable y hablar concisamente, diré que parece
que toda la Religión cristiana tenga algún parentesco con cierta especie de estulticia,
y que, en cambio, no tiene la menor armonía con la sabiduría. Si deseáis pruebas
de ello, advertid que los niños, los viejos, las mujeres y los necios gozan con
las cosas de la religión mucho más que los demás y que están siempre rondando
los altares, guiados solamente por un impulso natural. Además, veréis que
aquellos primeros fundadores de la Religión fueron gente de extrema simplicidad
y enemigos encarnizados de las letras. Por último, que no hay necios que
disparaten mas que aquellos a quienes arrebata por completo el ardor de la
piedad cristiana, pues llegan a malversar sus bienes, pasar por alto las
injurias, tolerar ser engañados, no distinguir entre amigos y enemigos,
aborrecer la voluptuosidad, complacerse en el hambre.... ¿Qué otra cosa es esto
sino la locura? ...
[68]
Pero noto que me he olvidado de que estoy traspasando los límites convenientes.
Si alguien considera que he hablado con demasiada pedantería o locuacidad,
pensad que lo he hecho no sólo como Estulticia, sino como mujer.
Recordad, además, el proverbio griego que
dice: «Los locos a veces dicen la verdad», a menos que penséis que este refrán
no reza con las mujeres.
Veo que estáis aguardando el epílogo;
pero os erráis si imagináis que me acuerdo de una sola palabra de todo este
fárrago que acabo de soltar... Vaya este adagio antiguo: «No me gusta el
convidado que tiene buena memoria.» Y yo invento éste: «Detesto al oyente que
se acuerda de todo.» Por todo ello, ¡salud, celebérrimos devotos de la Sandez,
aplaudid, vivid y bebed!
CUESTIONARIO y REDACCIÓN
- ¿Quién fue Tomás Moro?
- ¿En qué consiste la Locura según Erasmo? Fundamentá tu respuesta con fragmentos del texto leído.
- ¿En qué consiste el Encomio o Elogio?
- En la historia del pensamiento Erasmo es conocido como un "humanista cristiano". Mencioná algunas citas, del libro, que respalden esa afirmación y explique por qué.
- Buscá algunas citas donde se mencionen filósofos griegos y pensá la relación entre cada filósofo y el uso que de él hace Erasmo.
- ¿Qué relación se establece con la concepción antropocéntrica propia del hombre renacentista?
- Hacé dos citas sobre la visión que sobre la mujer prevalece en el texto y fijá tu posición.
- Buscá dos pasajes en que se hable del sentido o sin sentido de la vida y pensá por qué se dice esto y quién lo dice.
Elegí alguna de estas frases y comentala por escrito:
“¿Qué tienen los niños para que les besemos, les abracemos, les acariciemos y hasta de los enemigos merezcan cuidados, si no es el atractivo de la estulticia que la prudente naturaleza ha procurado proporcionarles al nacer para que con el halago de este deleite puedan satisfacer los trabajos de los maestros y los beneficios de sus protectores? Luego, la juventud, que sucede a esta edad, ¡cuán placentera es para todos, con cuánta solicitud la ayudan todos, cuán afanosamente la miran y con cuánto desvelo se tiende una mano en su auxilio! Y, pregunto yo, ¿de dónde procede este encanto de la juventud sino de mí, a cuya virtud se debe que los que menos sensatez tienen sean, por lo mismo, los que menos se disgusten.”
“...diré que parece que toda la Religión cristiana tenga algún parentesco con cierta especie de estulticia, y que, en cambio, no tiene la menor armonía con la sabiduría. Si deseáis pruebas de ello, advertid que los niños, los viejos, las mujeres y los necios gozan con las cosas de la religión mucho más que los demás y que están siempre rondando los altares, guiados solamente por un impulso natural. Además, veréis que aquellos primeros fundadores de la Religión fueron gente de extrema simplicidad y enemigos encarnizados de las letras...”